Al cerrar nuestros ojos en esta noche serena del 4 de abril, nos recogemos en oración ante Ti, Señor, llenos de un profundo agradecimiento por las experiencias vividas y las lecciones aprendidas en el transcurso del día. Inspirados por las palabras de reflexión y promesa que encontramos en el Salmo 91:1-2, ‘El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré’, nos acercamos a Ti buscando refugio y consuelo en Tu presencia protectora.
A medida que la noche desciende, te pedimos, oh Señor, que nos envuelvas en Tu paz, alejando de nuestros corazones todo temor, ansiedad o inquietud que haya podido surgir durante el día.
Permítenos descansar en la seguridad de que, bajo Tu cuidado y protección, estamos a salvo, sabiendo que cada día nos brindas nuevas oportunidades para crecer, amar y servir de acuerdo con Tu voluntad divina. Ayúdanos a soltar las cargas del día, a perdonar y ser perdonados, creando así un espacio en nuestro interior para la renovación espiritual y la calma.
Que esta noche sea un momento de quietud y reflexión, en el que podamos escuchar Tu voz suave y tranquilizadora, recordándonos que no hay lugar ni momento en el que Tu amor no nos alcance. Concede, Señor, que al despertar al amanecer de un nuevo día, lo hagamos con corazones renovados y espíritus fortalecidos, listos para seguir caminando el sendero de la fe, la esperanza y el amor que nos has trazado.
En el nombre de Jesús,
Amén.»
«Que el silencio de la noche nos enseñe a escuchar la voz de Dios, guiándonos hacia un descanso verdadero y una paz duradera.»
Reflexión
Mis queridos hermanos y hermanas, mientras la calma de esta noche nos envuelve, quisiera compartir con ustedes algunos pensamientos que brotan del corazón, inspirados en la oración que hemos elevado juntos. El Salmo 91 nos habla de un refugio, de una protección divina que está disponible para todos nosotros, sin excepción. «El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.» Estas palabras son un bálsamo para nuestras almas, especialmente después de un día lleno de actividades, preocupaciones y, a veces, dificultades.
Esta noche, quiero invitarlos a reflexionar sobre la importancia de buscar y encontrar nuestro refugio en Dios. En Él, encontramos no solo seguridad y protección, sino también la paz que sobrepasa todo entendimiento. Es en la quietud de la noche, cuando el mundo parece detenerse, que podemos escuchar más claramente la voz de Dios hablándonos, recordándonos que no estamos solos, que Su presencia es una constante en nuestras vidas.
Quisiera animarles, mis queridos amigos, a que hagan de este momento de oración nocturna un hábito, un tiempo sagrado para reconectar con Dios, para entregarle nuestras preocupaciones y descansar en Su amor. Que esta práctica nos ayude a recordar que, sin importar lo que enfrentemos, hay un refugio seguro al que siempre podemos acudir, un lugar donde nuestro espíritu puede hallar descanso y nuestras almas pueden ser renovadas.
Y así, mientras nos preparamos para descansar esta noche, hagámoslo con la confianza de que Dios está con nosotros, que Su amor nos envuelve y que Su gracia es suficiente para cada día. Que esta certeza nos llene de esperanza y nos fortalezca, no solo para enfrentar los desafíos del mañana, sino también para ser testigos de Su amor en el mundo que nos rodea.
Para concluir nuestra reflexión de esta noche, les dejo con esta pensamiento: «Que el silencio de la noche nos enseñe a escuchar la voz de Dios, guiándonos hacia un descanso verdadero y una paz duradera.» Que el Señor los bendiga y los guarde, que haga resplandecer su rostro sobre ustedes y les conceda paz. Buenas noches, y que duerman con los ángeles.
Amén.
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