«Padre celestial, en la quietud de esta noche del 3 de marzo, nos acercamos a Ti con corazones llenos de reflexión y amor, para hablar de un pilar en nuestras vidas: la familia.
En Tus sabias Escrituras, especialmente en Efesios 3:14-15, donde Pablo habla de «la gran familia en el cielo y en la tierra» que proviene de Ti, nos recuerdas el valor inmenso de la familia, no solo como la unidad básica de la sociedad sino como el reflejo de Tu amor y providencia.
En el regazo de la familia aprendemos a dar y recibir amor, a perdonar y ser perdonados, a compartir en la abundancia y en la escasez, reflejando así, en nuestras imperfecciones y luchas, un atisbo de Tu amor perfecto y eterno. Señor, te pedimos esta noche por cada miembro de nuestras familias, tanto aquellos que están cerca como los que la distancia o las circunstancias de la vida han alejado.
Protege a los niños, para que crezcan en sabiduría y en gracia; fortalece a los jóvenes, para que encuentren en Ti su camino y propósito; sostén a los adultos en sus labores y desafíos diarios; y cuida a los ancianos, para que en su vejez se sientan rodeados de respeto, amor y gratitud. Que en nuestras familias siempre haya lugar para el diálogo, la comprensión y el perdón, y que juntos podamos enfrentar los retos de la vida, sabiendo que en Tu amor encontramos nuestra fortaleza y consuelo.
Ayúdanos a ser luz unos para otros, y que nuestras casas sean un refugio de paz, alegría y esperanza, donde Tu presencia sea siempre el huésped más honrado.
En este momento de oración, queremos también recordar a aquellas familias que sufren por el dolor, la enfermedad, la división o la pérdida; envuélvelas en Tu misericordia, bríndales consuelo y esperanza, y haznos instrumentos de Tu paz y amor para con ellos. Que, a través de nuestras acciones y palabras, podamos ser testimonio de Tu amor incondicional y Tu poder restaurador.
Concede a cada familia la sabiduría para construir sobre la roca firme que eres Tú, para que, a pesar de las tormentas, podamos permanecer unidos, creciendo en amor y en fe, hasta el día en que nos reunamos todos en Tu presencia celestial.
Amén.»
«El amor de familia es el amor de Dios manifestado en el mundo».
Reflexión
Queridos hermanos y hermanas, esta noche quiero hablarles de un tesoro que todos tenemos y que, a veces, por la rutina o las dificultades, podemos dar por sentado: nuestra familia.
La familia es el primer lugar donde aprendemos sobre el amor, el perdón, la paciencia, y tantas otras virtudes que son esenciales para nuestra vida. La familia es nuestro primer contacto con el mundo, el primer círculo de amor, protección y aprendizaje. Pero, ¿realmente valoramos este regalo divino como merece?
En nuestras familias, se nos da la oportunidad única de amar y ser amados incondicionalmente, de apoyar y ser apoyados, de enseñar y aprender. Sin embargo, como en cualquier relación humana, la familia también enfrenta desafíos. A veces hay desacuerdos, malentendidos, incluso heridas que parecen difíciles de sanar. Pero es precisamente aquí donde el amor de Dios puede manifestarse con más fuerza, guiándonos hacia la reconciliación y la paz.
Esta noche, te invito a reflexionar: ¿Cómo es tu relación con tu familia? ¿Hay algo que necesitas perdonar o algún perdón que debes pedir? ¿Hay muestras de amor que has estado posponiendo? No dejemos que el orgullo o la rutina nos impidan vivir plenamente el amor en nuestra familia.
Recuerda, Dios nos ha dado a nuestra familia como un regalo sagrado, como un pequeño cielo en la tierra, donde podemos dar y recibir amor de manera concreta. En cada abrazo, en cada palabra de aliento, en cada gesto de paciencia y en cada acto de servicio, estamos viviendo el Evangelio.
Así que esta noche, antes de dormir, te animo a que ores por tu familia. Dale gracias a Dios por ella y pídele que te ayude a ser un instrumento de Su amor en medio de tus seres queridos. Y mañana, busca una manera concreta de mostrar ese amor, sea con una palabra amable, un gesto de servicio o simplemente tu presencia y atención plena.
Recuerda: «El amor de familia es el amor de Dios manifestado en el mundo». Que así sea, hoy y siempre.
Amén.
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