«Buenos días, Señor, en este hermoso domingo que nos regalas. Hoy, al reflexionar sobre las lecturas, siento en mi corazón el llamado a ser luz en medio de la oscuridad, a ser esa moneda que, aunque perdida, Tú siempre buscas con amor.
Padre amado, en el evangelio nos recuerdas que todo lo que hacemos, incluso lo más pequeño, tiene un valor inmenso a Tus ojos. Ayúdame a recordar que cada acto de bondad, cada palabra de aliento y cada gesto de amor son como esas monedas que brillan en Tu reino.
Señor, en este día, quiero ser ese servidor fiel que trabaja en Tu viña, no por recompensa, sino por amor puro a Ti. Que pueda reconocer Tu presencia en cada persona que encuentre y ser instrumento de Tu paz y amor.
Te doy gracias por este nuevo día, por mi familia, mis amigos y por todas las bendiciones que derramas en mi vida. Que este domingo sea un día de renovación espiritual, de encuentro contigo y con los demás.
Amén.»
Reflexión
Hermanos y hermanas, esta oración nos habla al corazón, ¿verdad? Nos recuerda que cada uno de nosotros, con nuestras imperfecciones y luchas diarias, tiene un valor inmenso para Dios. Es como esa moneda que se nos cae entre los cojines del sofá y que, cuando la encontramos, nos alegra el día. Así nos ve Dios, como esa moneda preciosa que no quiere perder.
Y sí, a veces nos sentimos como esa moneda perdida, ¿verdad? Pero Dios siempre está buscando, siempre está esperando que volvamos a Él. Y lo mejor de todo es que no espera que seamos perfectos, solo que lo amemos y que amemos a los demás como Él nos ama.
La oración también nos recuerda que no estamos solos en este viaje. Somos una comunidad, una familia. Y juntos, con la ayuda de Dios, podemos hacer grandes cosas. No por las recompensas o el reconocimiento, sino por el simple hecho de amar y servir.
Así que, la próxima vez que te sientas perdido o insignificante, recuerda que eres esa moneda preciosa para Dios. Y juntos, como comunidad, podemos ayudarnos mutuamente a encontrar nuestro camino de regreso a Él.
«Hermanos, cada día es una bendición y una oportunidad para ver a Dios en los rostros de los demás. ¡Sigamos adelante, con fe y amor, sabiendo que somos invaluables a los ojos del Señor!»
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