«Amado Dios,
En esta hermosa mañana, me presento ante Ti con un corazón lleno de esperanza y agradecimiento. Gracias por el regalo de un nuevo día, por la luz del sol que nos da vida y por el aire fresco que renueva nuestro ser.
Hoy, Señor, deseo reflexionar sobre el amor y la unidad, inspirado en Tu palabra en Efesios 4:2-3, que nos enseña: «Con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, esforzándoos diligentemente en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz». Te pido que me ayudes a vivir estos principios en mi vida diaria. Que pueda ser un instrumento de Tu amor, paciencia y comprensión hacia los demás.
Te ruego por aquellos que se sienten solos o marginados. Que puedan experimentar tu amor a través de las acciones y palabras de quienes los rodean. Ayúdanos a ser una comunidad que acoge, que incluye, y que muestra tu amor en cada gesto y palabra.
También pido por la sabiduría y la guía en este día. Que cada decisión que tome y cada palabra que pronuncie sean reflejo de tu voluntad y amor. Enséñame a escuchar con atención y a hablar con amor, reflejando siempre tu gracia y bondad.
Por último, te pido por la paz en el mundo. Que nuestros corazones y acciones contribuyan a construir un mundo más justo, pacífico y amoroso, donde tu amor sea la guía de nuestras vidas.
En el nombre de Jesús,
Amén.»
Reflexión
Queridos miembros de nuestra comunidad,
En esta mañana del 17 de noviembre, me gustaría compartir con ustedes unas palabras desde el corazón. Cada día, Dios nos regala la oportunidad de empezar de nuevo, de vivir según sus enseñanzas y de ser un reflejo de su amor en el mundo.
Hoy, nuestra oración se centró en el amor y la unidad, basada en Efesios 4:2-3. Es un recordatorio poderoso de cómo debemos tratarnos unos a otros: con humildad, paciencia y amor. En un mundo a menudo dividido y agitado, estas palabras cobran una relevancia especial.
Como comunidad de fe, somos llamados a ser ejemplos de unidad y amor. A cada uno de nosotros se nos da la oportunidad de ser un faro de esperanza y un agente de cambio. Al mostrar paciencia, al escuchar con comprensión y al actuar con bondad, podemos hacer una diferencia real en las vidas de las personas que nos rodean. Recordemos siempre que el amor de Dios no conoce fronteras y que estamos llamados a compartir ese amor con todos, sin distinción. Que nuestras acciones y palabras de hoy reflejen ese amor y esa unidad que Él tanto desea para nosotros.
Y como nos enseña Efesios 4:2-3, «Con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, esforzándoos diligentemente en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz». Que esta sea nuestra guía y nuestro propósito, hoy y siempre.
Que esta reflexión nos inspire a vivir con amor y unidad, llevando luz y esperanza a cada rincón de nuestras vidas y de nuestra comunidad.
Amén.
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