Evangelio del día – Lecturas de hoy 19 de Octubre de 2023

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos (3,21-30a)

«Ahora, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los profetas, se ha manifestado independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre. Así quería Dios demostrar que no fue injusto dejando impunes con su tolerancia los pecados del pasado; se proponía mostrar en nuestros días su justicia salvadora, demostrándose a sí mismo justo y justificando al que apela a la fe en Jesús. Y ahora, ¿dónde queda el orgullo? Queda eliminado. ¿En nombre de qué? ¿De las obras? No, en nombre de la fe. Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley. ¿Acaso es Dios sólo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Evidente que también de los gentiles, si es verdad que no hay más que un Dios.»

Palabra de Dios


Salmo responsorial

Salmo 129,1-2.3-4.5

R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor. R/.


Evangelio

Lectura del santo evangelio según San Lucas  (11,47-54)

«En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán»; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!» Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.»

Palabra del Señor

Reflexión del evangelio y las lecturas de hoy

Las lecturas de hoy nos sumergen en una profunda reflexión sobre la naturaleza de la justicia de Dios y la esencia de nuestra fe.

San Pablo, en su carta a los Romanos, nos presenta una verdad fundamental: todos hemos pecado y estamos lejos de la gloria de Dios. Sin embargo, no nos deja en ese estado de desesperación; nos recuerda que la justificación viene a través de la fe en Jesucristo. Esta justificación no es algo que podamos ganar con nuestras acciones, sino que es un regalo gratuito de Dios. Aquí radica una de las verdades más profundas del cristianismo: no somos salvos por nuestras obras, sino por la gracia de Dios. Esta enseñanza nos libera de la carga de tratar de «ganarnos» el favor de Dios y nos invita a vivir en la libertad de los hijos de Dios, confiando plenamente en Su misericordia y amor.

El salmo 129 resuena con un eco de esperanza. A pesar de nuestros pecados y transgresiones, el salmista nos recuerda que con el Señor hay misericordia y redención. Esta es una llamada a la esperanza, a no desesperar, porque incluso en nuestros momentos más oscuros, Dios está con nosotros, esperando redimirnos.

El evangelio de Lucas nos presenta un desafío. Jesús condena la hipocresía de aquellos que honran a los profetas con palabras, pero con sus acciones los persiguen y matan. Es una advertencia clara contra la falsedad y la superficialidad en nuestra relación con Dios. Jesús nos llama a ser auténticos, a vivir nuestra fe con integridad y a no ser como aquellos que dicen una cosa y hacen otra.

En conjunto, estas lecturas nos desafían a examinar la autenticidad de nuestra fe, a confiar plenamente en la misericordia de Dios y a vivir nuestras vidas con integridad y autenticidad. Nos recuerdan que la fe no es simplemente un conjunto de rituales y palabras, sino una relación viva y dinámica con Dios, que debe ser vivida con sinceridad y amor genuino.

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